Nada más alejado de la realidad. La Economía, es un producto de la cultura; no es para nada natural y mucho menos un fenómeno, ni nada espontáneo al arbitrio de las personas. La Economía es resultado de decisiones políticas. Siempre es Política Económica.
Esto, bien comprendido por el Poder económico y sólo por algunos gobernantes que no son ingenuos, es una gran mentira que afirma que la Economía es independiente de las decisiones políticas. Es parte del ocultamiento de la indebida apropiación de la riqueza que producen y pertenece a los trabajadores.
En la Economía intervienen los recursos naturales, el valor agregado por la transformación de esas materias primas, recursos humanos, científicos, tecnológicos, ideológicos… y gubernamentales. Estos últimos aportan las decisiones políticas, que predominantemente vienen de intereses de la riqueza concentrada. O sea, de las minorías poderosas. No hay que engañarse con eso.
Hay una parafernalia ideológica, psicológica y técnica que pretende justificar desde teorías inventadas -y no necesariamente originadas en el conocimiento de una honesta investigación- el comportamiento económico, social y psicológico de los Pueblos. Por supuesto que la Economía tiene que ver son la supervivencia, sustento, progreso y vida saludable de la población. Pero la presencia o ausencia de aquellos factores y recursos, y sobre todo por la apropiación desmedida e indebida, por parte de personas, familias y grupos, de bienes y excedentes que producen los trabajadores, comienza la acumulación privada con la consecuente desigualdad, escasez y pobreza. De este modo, el atravesamiento en la Economía por el egoísmo y la ambición, genera la concentración de la riqueza. Alguien se queda con lo que no le pertenece. En Economía se llama plusvalía.
Esta desigualdad, pobreza e injusticia, producen similares sentimientos en gran parte de la población, sin otra autoconciencia que la inmediatez para la supervivencia, rompiendo todo lazo solidario y confianza mutua entre las personas, cuando no, violencia. Pero…
“No sólo de pan vive el hombre”.
No es el dinero “la razón de ser” para la mayoría de las personas; sino un medio para conseguir bienes que tengan que ver con la búsqueda de lo mejor para sus vidas y familia. Cuando lo vital se torna urgente, es lógico que se decidan por la inmediatez y lo que ofrezca mayor esperanza. Las mayorías eligen, más que por las ideas y las personas, por el bolsillo y los sentimientos. Eligen la coyuntura.
Por ello, en situaciones críticas, afloran emociones de sentimientos encontrados –el amor o el odio-, obnubilando la razón y tomando malas decisiones unos, o generando desinteresada solidaridad hasta el peligro otros. En este sentido, los manipuladores de la opinión y de la mentira, tienen grave responsabilidad sobre las mentes y sentimientos de las personas. También los responsables de los mandatos populares, ya sean gremiales y políticos; los primeros, porque son o deberían ser la defensa y la voz de las bases, y los últimos porque deben o deberían escuchar y concretar, la voz de las bases.
Dicen que “la necesidad tiene cara de hereje”, cuando nos enfrenta a situaciones que hacen tambalear nuestra dignidad. Pero de nosotros depende la primera y última decisión. De nadie más. Ni de las circunstancias, porque si no vivimos sólo de pan, cobra sentido lo que hacemos y de cómo queremos vivir nuestras vidas. Aunque sea morir por el pan.
“Perder el sentido de la vida, es desperdiciar la vida”
La avaricia y el miedo, generan servidumbre. Tanto de los que tienen como de los que nada tienen. Servidumbre al Poder del dinero y de la Política, por miedo de perder ambos; y servidumbre a aquéllos que tienen el Poder del dinero y la Política por miedo de perder trabajo y salario. ¿De qué sirve el ejemplo de los que luchan y mueren por las conquistas sociales para una sociedad mejor para todos? Y no se trata de héroes ni epopeyas, sino de personas concretas, auténticas hasta el final. Los únicos por recordar, los únicos que aman al prójimo de verdad.
La avaricia y el miedo son la servidumbre más peligrosa. El Poder en la Política, y cualquier Poder, cuando no se comprende que deviene no de la fuerza física, ni de la ley, ni del dinero, ni de las armas, sino de la autoridad moral conferida por la confianza originada en la dignidad de las personas y de los pueblos para ser administrado con justicia, prudencia y moralidad, distorsiona el espíritu y la razón de los hombres.
El egoísmo, el poder y la servidumbre. Las tres tentaciones. Un Hombre pasó por esto.