El título de este artículo pertenece a un pensamiento de Martin Luther King. Resume el mayor y mejor anhelo de un ser humano que creía absolutamente en la capacidad del reencuentro con las personas. Él no dudaba ni juzgaba a los otros por su condición, sino que apuntaba a sacar, a extirpar, el impersonal odio que no los dejaba ser, para encontrar lo mejor de sí en ellos.
El olvido de lo que son las personas, de la frágil humanidad de las personas, ha desplegado sobre ellas un funesto manto que les quita el sol de los sueños y la esperanza. Ésa es la razón por la cual los personeros del odio no temen en absoluto hablar descarnadamente, sin sensibilidad y respeto, del desamparo y desprotección que planean para dejarnos a la intemperie.
La Naturaleza humana es portentosa, tan magnífica como bella; capaz de los actos más altruistas y desinteresados, como la locura del heroísmo incomprensible. Sin embargo, y a la par de esto, igual que la otra cara de una moneda justificándose en el engañoso azar, puede provocar maldad y dolor absolutos.
Las emociones son una expresión intensa de los sentimientos a través del cuerpo. O sea, la alteración de un estado de ánimo que se manifiesta con el cuerpo. Los sentimientos pueden ser de odio, amor, celos, envidia, conmiseración, compasión, desprecio, simpatía, frustración, etc. y se manifiestan en llanto, euforia, crispación, ira, violencia etc. Cuando estos sentimientos son alterados por la pasión, tienen la capacidad de dominar la voluntad y perturbar a razón; suelen ser estimulados desde el interior o exterior de la persona, y se descargan por medio de las emociones, que al igual que los ríos, corren calmos o caudalosa y furiosamente.
Tres cosas son importantes, la fe, la esperanza y el amor, pero el más importante es el amor y el que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.
Un mandamiento nuevo nos dejó Dios: Que nos amemos unos a otros, así como Él nos amó a nosotros. Porque toda la ley se cumple en esta sola palabra: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» Por sobre todas las cosas, ámense intensamente los unos a los otros, porque el amor cubre infinidad de pecados.
El amor no hace daño a nadie. De modo que el amor es el cumplimiento de la ley. Aménse unos a otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios.
El amor es paciente y bondadoso; no es envidioso ni jactancioso, no se envanece; no hace nada impropio; no es egoísta ni se irrita; no es rencoroso; no se alegra de la injusticia, sino que se une a la alegría de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. Seamos humildes y mansos, tolerantes y pacientes unos con otros en amor. Y sobre todo, revístanse de amor, que es el vínculo perfecto.
Jesús lo dijo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.” Éste es el primero y más importante mandamiento. Y el segundo es semejante al primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
Y si les falta amor, pidan a Dios “Porque todo lo que pidan conforme a la voluntad de Dios se les dará”, llénense del poder de Dios y serán llenos de los frutos del Espíritu Santo, que son amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. No hay ley que condene estas cosas. Así es.
jalyD
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