En San Luis, sabemos que hace 39 años estamos gobernados por el Partido Justicialista. No sería importante el tiempo si las ideas del Peronismo y las obras que se espera de él –como alguna hizo el Yrigoyenismo- se hubiesen realizado en coherencia, transparencia, participación y periodicidad de funciones –o sea, que no sean los mismos de siempre-; porque el Pueblo siempre espera que el gobierno elegido cumpla con las necesidades y demandas de la gente, más allá de los pensamientos políticos que mueven a la militancia.
Sin embargo, no es lo mismo que gobierne un mismo Partido que lo hagan en cambio las mismas personas. Eso pasa porque no hay democracia partidaria y lo que es peor, no hay participación popular, típica de gobiernos autócratas –de los reyes- y no demócratas –de los pueblos-, incumpliendo los deberes elementales de gobierno al no escuchar ni dejar participar al Pueblo. Esta situación se agrava si se desprecia la consulta y deliberación popular, imponiendo la decisión de unos pocos o la de uno solo.
Si la Ciudad de Villa Mercedes, y la Provincia de San Luis, no son capaces de soñar y concretar un gobierno como el señalado al comienzo, único camino para salir del estancamiento y el inmovilismo, entonces seguiremos atados y encadenados, al capricho voluptuoso y mal destino de aquéllos que quieren seguir dirigiendo nuestras vidas, sin importarle nuestra libertad, nuestras conciencias… y nuestros sueños.
Por otra parte, hay que señalar que este Gobierno Provincial es más conservador que peronista. O más “Lomo Negro” que Justicialista. Tampoco es Kirchnerista –como fue el Peronismo Progresista que hubo una vez o que todavía queda, en la Nación- aunque este sector, que era muy transgresor localmente, haya desaparecido por completo en la Provincia al transigir con el oficialismo provincial, a cambio de impopulares cargos inmerecidos desde su incoherencia política; y por tanto no es verdad que el Oficialismo de la Provincia sea Kirchnerista, siendo además despreciado en la cara por el gobierno provincial y aceptado por los obsecuentes sin chistar. Ese falso argumento de Kirchnerista, es usado como chivo expiatorio por la oposición, que necesita un culpable gratis porque no le alcanza culpar el gobierno provincial. Especialmente del Partido Avanzar, subido al tren de odio del neoliberalismo porteño para obtener votos. Eso no es bueno, porque hay que desterrar el odio. El corazón es más fuerte que la malicia de unos y el engaño de otros.
De los todos los Partidos políticos de la provincia, los aliados del Frente de Unidad Justicialista (Alberto Rodríguez Saá), fueron absorbidos por el Oficialismo provincial. Hacen lo que el gobierno quiere, y no lo que ellos deberían deliberar y decidir. En la oposición, el Partido San Luis Unido (Claudio Poggi), viene con un creciente caudal electoral y es uno de los extremos de la polarización frente al oficialismo, en una dialéctica con éste de escarnecimiento y ataque mutuo, y en donde el Radicalismo –la verdadera fuente bajo la amplia y diversa superficie de la oposición- con sus permanentes divisiones y legalismo, aún no resuelve sus contradicciones internas, siendo todavía absorbido en gran parte por el Pro y Avanzar. El Partido Juntos por la Gente (Adolfo Rodríguez Saá), división fatal del oficialismo que se resiste audazmente al centralismo de uno de los hermanos, sigue hechizado por la nostalgia de tiempos mejores y sospechoso de volver a sus orígenes. El Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST), tiene un electorado que va creciendo siguiendo los vientos nacionales de crecimiento de la Izquierda, y el resto, como la Movimiento Vecinal Independiente Provincial (MOVIPRO), y el Movimiento al Socialismo (MAS), todavía siguen en estado embrionario.
Este panorama de los Partidos Políticos muestra la fragmentación de la Política provincial, donde la gente ve y siente que no hay propuestas ni gobiernos ya creíbles, por lo cual el electorado se inclina cada vez más a una polarización de elegir ó uno u otro, sin términos medios, como ocurrió en el 2001 en la Nación, y que terminó generando una dispersión general con pocos y casi nada de votos en todos, como pasó en el 2003.
Esto pasa porque los políticos no piensan en el bienestar de la población, sino en los cargos y en la permanencia en los cargos de gobierno, y eso, ¿no demuestra que han abandonado a la gente? ¿Acaso son ellos los que carecen de vivienda, de trabajo, de posibilidades de progresar, de una mejor atención de la salud, de una buena educación? ¿Acaso se han jugado para controlar precios y tarifas, mejorar los salarios de la administración pública e intervenir como mediadores para que los salarios de la producción y de los servicios sean más justos y la gente pueda vivir dignamente? ¿O es más fácil culpar a la inflación, a la economía nacional y llenarnos de obras públicas cuando necesitamos viviendas, mejor equipamiento en salud y educación, más recursos humanos bien pagos y no tanto tercerizados? ¿Por qué es más cómodo mantener personas del Plan de Inclusión con salarios inferiores al mínimo vital y móvil que generar trabajo genuino de producción, comercialización y servicios estatales e incluirlos a todos en blanco? ¿Acaso no puede haber empresas estatales y/o mixtas?
Los desesperanzados dicen que no hay salida cuando el gobierno provincial dicta las reglas de juego. Y no participan o se acomodan. Son cobardes u oportunistas. Porque hay que luchar por lo que corresponde y visibilizar lo que no corresponde. Otros, que la salida es un voto castigo aún sabiendo el riesgo de una política de ajuste de todo tipo, sin pensar que las consecuencias las sufrirán los que menos tienen o los que viven ajustados sin progresar. Y están los que piensan que hay que votar al “mal menor”.
En realidad necesitamos otra mentalidad, una sana mentalidad y luchar por ella. Y atrevernos a ser honestos consigo mismos, con nuestras familias y con la comunidad. A vivir en libertad. A salir. A no engañarnos ni dejar que nos engañen. Tenemos que exigir que nos gobiernen con Verdad, y que podamos asegurar con participación popular permanente, una convivencia justa y saludable para todos. Gobernar con todos es la garantía. Somos iguales en derechos y obligaciones. Todos iguales ante la ley. No necesitamos la bonhomía de un gobierno, que diga que todo está bien y que es bueno, sino que sea justo. Terminemos con la hipocresía.