“Puedes romper a un hombre y encarcelarlo. Pero, ¿Cómo se lucha contra ideas, sobre todo las nuevas?” (Diálogo de los romanos Sextus y Messala, ante el incipiente cristianismo, en Ben-Hur, de Lewis Wallace)
A veces lo desconocido son las ideas. Y hay temor. Porque algunas son peligrosas y las hemos sufrido. Son el fruto del egoísmo y la ambición. Llevan a la avaricia y a la violencia, porque en el fondo las domina el temor. Pero también hay ideas hermosas y buenas. Son las que nos descubren más humanos, y contrariamente a lo que se cree, no por eso más vulnerables.
León Tolstoi, dijo que desde que apareció el cristianismo, la Humanidad entró en una nueva dimensión de la vida; la dimensión del amor. Se configuraron características muy profundas a nivel social -y también individual-, en los conceptos de Persona, Comunidad, de Relación con el Prójimo… en una dialéctica por demás impensable y si bien raíz de lo que somos, muy difícil y casi imposible de creer en su eficacia: la hermandad de la Humanidad, un destino común, el necesario perdón antes de cualquier acto bueno, la otra mejilla... la perseverancia absoluta en el logro del objetivo de la justicia y del encuentro, la templanza ante el dolor por la esperanza venidera…
Hay como una amnesia de la fragilidad humana, convirtiendo en objetos a los demás y a nosotros mismos, sabiendo que podemos rompernos. Hemos perdido el horizonte de nuestra humanidad, dejando que la seducción de la mentira ronde oronda y no hacemos nada, indiferentes al sufrimiento íntimo y no solo externo de los otros, dejando de ser solidarios y generosos, volviéndonos mezquinos y avaros con el afecto y la ayuda desinteresada. Es fácil caer en la tentación de la suspicacia antes que buscar la verdad. Pero como un halo nos rodea la hipocresía disfrazada de bonhomía.
Realmente es muy difícil atreverse a dar el primer paso; de promover una Voluntad de Sentido, de una búsqueda del Sentido. Personal y Social. Es una decisión individual y colectiva, porque las herramientas están en nosotros, y si no las vemos, si no las encontramos, tenemos que buscarlas en la por lo menos silenciosa honestidad interior, ya que en cada hombre está todo el hombre, y al igual que nuestros congéneres, disponemos de ellas.
Pero es mejor en Comunidad que solos. Cuando una persona encuentra el sentido a su vida, inicia el camino para su felicidad. Pero cuando una Comunidad, una Sociedad, encuentra una Voluntad de Sentido que la hace ser dueña de sí, inicia el camino inexorable hacia una convivencia justa y saludable. Sin importarle el costo del dolor por atravesar, que por vivir se nos cobra. Si miramos para atrás, anclándonos en nuestros errores, no avanzaremos. Pensar de espaldas paraliza, e impide levantarnos. Y si miramos a las ventajas o estrellas de los demás, tampoco avanzaremos.
No hay horizontes perdidos, sino horizontes por encontrar. No hay fragilidad sin fuerza, ni oscuridad de las conciencias que nos impida la esperanza y la alegría de valorarnos y construir otro camino, el mejor para nosotros que redundará en los otros y a no dudarlo, descubriendo que los demás también sienten, sufren y se alegran como todos, rescatando la confianza y credibilidad.
No desperdiciemos la vida. No desperdiciemos la oportunidad cada día de recomponernos, de valorarnos, de no transigir ante lo imposible, aún contra el dolor o la enfermedad, de reconciliarnos, de hacer amigos, de cuidar y ser generosos, de no olvidarnos de quiénes somos.
La presencia del límite, nos interpela como un desafío a superar. El entusiasmo, es la permanente llama que nos dice que estamos vivos y no hay que dejar que se apague. No le temamos ni al dolor ni a la muerte. No tengamos miedo a los hombres. El límite está en el orgullo, que impide el primer paso. Está en el rencor, en el miedo al rechazo, en la suspicacia o sospecha de daño por parte del Otro, en el no perdón.
Un Pensamiento Colectivo, una Mentalidad Solidaria, una Voluntad de Sentido para lo social, van configurando en el imaginario colectivo la confianza y el entusiasmo de la posibilidad cierta de que somos capaces de construir otra calidad de vida, otro modo de vivir, de relacionarnos, de gobernarnos, y de que no existen los imposibles cuando hay una gran inspiración que nos despierta de la apatía.
Si el fuego de amor que traía el cristianismo, era aún algo más de la idea que los romanos pensaban y no sabían cómo combatir, ¿se podrán combatir los fuegos arrolladores del espíritu de un Pueblo, empoderado de un sueño y de una Voluntad de Sentido para una vida mejor?
“Una chispa, puede incendiar la pradera”
Proverbio Chino.